lunes, 6 de junio de 2022
Otoño
viernes, 13 de noviembre de 2020
20/03/11'
Nadie se acercó al canario
Recordó por ejemplo, un día que temprano por la mañana cantó como siempre y Amo vino caminando algo lento y cansado a abrirle. Sus manos temblaban un poco y se movían despacio, como si sus dedos dolieran.
Detuvo la puerta de la jaula con una mano e introdujo la otra, estirando su dedo índice para sacar de ahí al pequeño canario, quien de inmediato brincó al dedo. Salieron juntos al patio trasero, admirados de la bella vista que tenían delante. Grandes árboles de copa muy alta se extendían hasta donde la vista alcanzaba. Al fondo en el horizonte se apreciaba una cordillera enorme de montañas nevadas. Un cielo azul tan profundo sin ni una sola nube a la vista. El pequeño canario de inmediato saltó y abrió sus pequeñas alas, volando velozmente a través del azul agreste. El Amo solo lo veía desde abajo, caminando hacia una mecedora de madera que se encontraba cerca de la puerta. Una sonrisa se dibujo en su rostro marcado por los años.
Mancha de Aceite
Alguien (me imagino que con su carro descompuesto) pasó por la calle frente a mi casa y dejó una enorme mancha de aceite de unos 15 metros de largo. Ahora, sin intención de convertir esto en una queja contra el despreocupado individuo que deliberadamente conducía un vehículo con una evidente necesidad de visitar a un mecánico, quisiera enfocarme un momento en el hecho. Pensé por un momento el que debería de haber alguna especie de conciencia moral que no nos dejara actuar de forma perjudicial contra el otro. No obstante, la incesante necesidad de consumo nos convierte a nosotros y lo que nos rodea en objetos desechables y reemplazables. No importa si mancho la calle con aceite, en algún momento se va a quitar, se incorporará a la calle, la lluvia, el sol, el polvo y el aire se encargarán de deshacerse de toda evidencia que aquello ocurrió.
Luego me doy cuenta que en algún momento yo mismo fui aquel incauto cuando llegué a tener problemas evidentes con mi carro en aquel entonces. Y tuve la exacta misma actitud de no hacer nada. Saber de antemano que no pasa nada. A pesar de perjudicar a alguien, la gente que vive en ese lugar. En ese momento para mi no importaba, no fue algo relevante.
Es aquí, supongo, donde debería poner algo que haya aprendido de todo esto, pero sinceramente no creo haber aprendido nada aparte que somos una masa social con ilusión individualista. Pensamos lo mismo y actuamos de las mismas formas. Quizá una buena pregunta sea ¿cómo salir de ese ciclo? Tengo esta idea que somos materialistas pero desechables. Reemplazables. ¿Siempre fuimos así?
Tengo hambre.
domingo, 8 de noviembre de 2020
Sonhos
Y después de tanto tiempo volviste a mi mente, como una brisa silenciosa, como espuma desvaneciéndose en la ola que rompe en la orilla.
¿Será que añoro el momento de reencontrar la pregunta que me lleve a ti? ¿Será que nos aparecemos en los sueños de otros como fantasmas de vidas pasadas pregonando sobre el porvenir? ¿Habré sido también yo un espectro en la ensoñación ajena? ¿Que habría estado buscando?
No quería voltear, se sentía un dolor terrible ver las comisuras elevarse y escuchar lo que de ti emanaba, tus manos etéreas ante el dinamismo de la situación y el alboroto en el lugar.
¿A dónde vamos cuando somos olvidados? Elegimos deliberadamente ignorar aquello que nos lastima, que nos causa dolor. Tomamos decisiones que nos ayudan a cambiar la vida y la rutina para seguir adelante en la cotidianeidad. Todo debe seguir normal. Nos olvidamos. ¿Nos olvidamos?
Desde lo profundo de mi pecho busco las respuestas, pero solo son ilusiones de una mente descompuesta, rota por la incansable espera del sentido, que nunca llega si no lo encontramos.
Me abro paso después de despertar. Intento salvar algo ahí dentro antes que desaparezca. Debo salvar tu imagen y plasmar mi desasosiego ante la imposibilidad de negar tu imagen. Ahí estuviste. Después de mucho tiempo. No se por qué.
Menuda broma la memoria, ¿no crees? Un libro de recortes con todos los altibajos lo suficientemente sobresalientes como para darles un espacio en la cabeza. Al cabo de un tiempo vuelves y ojeras los pedazos pasando frenéticamente la página hasta que encuentras el momento exacto, el recuerdo correcto. Entonces lo exprimes hasta la saciedad o el hartazgo (debes cumplir ese deseo) y lo colocas de nuevo. Un par de veces más y el recuerdo se daña. Irremediablemente. Y por más que intentas volver para tener esa sonrisa en el rostro, ese día caluroso bajo la sábana, las noches en vela platicando, la vida del otro, sus deseos y sueños, su piel, su olor y como suena su voz; se va haciendo difuso. La realidad distorsiona a lo que por tanto tiempo me aferré y ahora solo nos queda esta dulce Soledad que sabe a ceniza y mezcal fuerte y amargo (Como aquella botella que se guardó intacta para usarla para celebrar ¿Celebrar qué? Pareciera que lo único digno de celebrar ahora es la desesperanza y el sinsentido de mi existencia).
No se por qué escribo estas palabras. Tu imagen hace cuestionarme el fundamento mismo de mi realidad. Quién lo diría.
domingo, 12 de julio de 2020
Pensamientos que ocurren ya entrado el estío
¿Algo tiene sentido? No, pero esa pregunta ya la resolvimos antes: el sentido/propósito se lo brinda cada quién al plantearse un objetivo en concreto, el realizarlo es lo que verdaderamente importa, aunque sea absurdo. Pero ¿qué pasa cuando nada pareciera ser real?
Ni siquiera escribir estas palabras tiene sentido.
¿De qué sirve externar algo que siento?
Mejor una historia.
Acababa de dar la campanada del medio día cuando un sol abrazador se posaba por sobre la tierra. El aire, sofocado y caluroso se desparramaba por todo rincón posible. Y ahí estaba aún, la mirada por completo determinada a no quitar la vista del horizonte. Expectante. Murió tiempo después, dejando otro vacío más en aquel páramo desolado.
Quizá las imágenes tengan más éxito al momento de transmitir algo. O quizá no.
Qué patético intento de hablar conmigo mismo.