domingo, 8 de noviembre de 2020

Sonhos

 Y después de tanto tiempo volviste a mi mente, como una brisa silenciosa, como espuma desvaneciéndose en la ola que rompe en la orilla. 

¿Será que añoro el momento de reencontrar la pregunta que me lleve a ti? ¿Será que nos aparecemos en los sueños de otros como fantasmas de vidas pasadas pregonando sobre el porvenir? ¿Habré sido también yo un espectro en la ensoñación ajena? ¿Que habría estado buscando?

No quería voltear, se sentía un dolor terrible ver las comisuras elevarse y escuchar lo que de ti emanaba, tus manos etéreas ante el dinamismo de la situación y el alboroto en el lugar. 

¿A dónde vamos cuando somos olvidados? Elegimos deliberadamente ignorar aquello que nos lastima, que nos causa dolor. Tomamos decisiones que nos ayudan a cambiar la vida y la rutina para seguir adelante en la cotidianeidad. Todo debe seguir normal. Nos olvidamos. ¿Nos olvidamos?

Desde lo profundo de mi pecho busco las respuestas, pero solo son ilusiones de una mente descompuesta, rota por la incansable espera del sentido, que nunca llega si no lo encontramos.

Me abro paso después de despertar. Intento salvar algo ahí dentro antes que desaparezca. Debo salvar tu imagen y plasmar mi desasosiego ante la imposibilidad de negar tu imagen. Ahí estuviste. Después de mucho tiempo. No se por qué.

Menuda broma la memoria, ¿no crees? Un libro de recortes con todos los altibajos lo suficientemente sobresalientes como para darles un espacio en la cabeza. Al cabo de un tiempo vuelves y ojeras los pedazos pasando frenéticamente la página hasta que encuentras el momento exacto, el recuerdo correcto. Entonces lo exprimes hasta la saciedad o el hartazgo (debes cumplir ese deseo) y lo colocas de nuevo. Un par de veces más y el recuerdo se daña. Irremediablemente. Y por más que intentas volver para tener esa sonrisa en el rostro, ese día caluroso bajo la sábana, las noches en vela platicando, la vida del otro, sus deseos y sueños, su piel, su olor y como suena su voz; se va haciendo difuso. La realidad distorsiona a lo que por tanto tiempo me aferré y ahora solo nos queda esta dulce Soledad que sabe a ceniza y mezcal fuerte y amargo (Como aquella botella que se guardó intacta para usarla para celebrar ¿Celebrar qué? Pareciera que lo único digno de celebrar ahora es la desesperanza y el sinsentido de mi existencia).

No se por qué escribo estas palabras. Tu imagen hace cuestionarme el fundamento mismo de mi realidad. Quién lo diría. 


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