miércoles, 9 de diciembre de 2009

Deidad

    Hoy Nuevamente es de noche, como ayer, y como seguramente será mañana. Hoy nada tiene significado. Hoy es el último día que me queda de ser humano. Mi lapso en la Tierra terminó.
    Que relajada es la noche, de extraños pasos en la acera, y de un laxo comportamiento. Caminaba lentamente, con mi mente distraída, tratando de pensar en todo, en lo que fuese. Recordaba aquel sueño: una vez más logré ir por los cielos, sin control alguno, libre. Quizá es la libertad a la que aspiro, y no necesariamente al amor. Pero que clase de frio mundo lúgubre sería el mío si no existiera rastro divino que lo alumbre. La llama eterna del deseo, la lujuria, las pasiones no carnales, y así la mirada lasciva; y poco a poco verme perder mi falsa lozanía.
    Que triste pensamiento recorre la mente desviada del ser devastado. En medio del bosque aún ve esperanza en sentimientos egoístas. Que desesperación tan inmensa que le llena de ansia el cuerpo, con impresionante anhelo de sangre. -"Quiero matar esta noche, y hacerme uno con la estrella de la mañana, la más brillante entre los astros celestes." -"Se uno conmigo y vive dentro de mi, que yo te llenaré cada rincón del cuerpo con mi eterno poder"-, fueron sus palabras en la alucinante cabeza del ser. -"Quiero unirme, quiero dejar mi cuerpo. Quiero pertenecerte."
    Por mera paligenesia volvía a ver el pájaro cantar en la mañana, la luz del sol inundando el bosque, que esta vez no era tenebroso, era un buen lugar. Comía una manzana de un árbol frente a él. La sensación, era una satisfacción pura, un gozo inefable en su boca. Atisbo de la verdad.
    "¡Sufrirás! ¡Tu! ¡Lacayo del averno, servidumbre del Oscuro! Estas desde ahora maldito por órden directa del amo y creador del universo entero, quien por su palabra crea la vida y por su palabra crea los cuerpos. ¡Osaste desafiar la palabra de aquel que te concedió la oportunidad de redimirte, de salir adelante, de ser Feliz! No tienes desde ahora derecho de pensar en un futuro claro, pues no quedará criatura viva que pueda en tí confiar. ¡Tu, sórdido ser, permanecerás desde ahora y para siempre untuoso a tu hoy Amo y Señor, para que él sea quien te lleve día con día a la perdición!". Esas fueron las últimas palabras del ángel. Permaneció inmóvil por muchos meses, sin mencionar palabra; esperando a que se le diera la órden de salir.    
    Mil quinientos años más tarde, se le llamó. Por fin salió de las sombras.

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