¿Qué ha hecho la vida con el hombre? Cansado, que en su paso destructivo por el camino desolado, deja de ver más allá de sí mismo. Era la época en que los corazones se ponían frios, debido principalmente a la falta de un hogar, un cariño en el que se pudiera ver el horizonte a tres pasos, cruzar el mar con los ojos vendados, detener el tiempo sin haber conocido nunca la hora.
Fué en ése momento cuando el anciano encorvado bajaba por la escalera de madera desvencijada, convencido de que la vida no tenía sentido alguno. -¿Quién de tus vástagos fué el que pasó corriendo por encima de mi, despertándome de mi sueño?- comentó la escalera al hombre. -Ha sido el más pequeño de ellos- respondió el viejo. - Deberías de calmarle, pues si vuelve a despertarme juro que le privaré de su vida- advirtió la escalinata. -Tu descuida, pues la siguiente vez será otra cosa- dijo por último el hombre.
Todo el mes siguiente, el anciano habló poco a poco con el niño. Con sus sabias palabras, el pequeño fué haciendose cada vez más listo y, de cierta manera, más maduro. Para la siguiente temporada, el niño, de hecho, parecía ya todo un hombre; todo rastro de puerilidad en él había desaparecido por completo. De hecho, de tanto que aprendió del anciano, incluso comenzó a ir a la universidad. Fué un hombre exitoso y formó poco después una familia. Pasaron los años y el anciano murió, una triste noche de estío. El hombre, las noches siguientes iba a llorar la muerte de su abuelo en aquella escalera de antaño. Fué sino hasta el sexto día de lamentos que la escalera despertó, hablandole al hombre. -¿Cuál es la causa de tu llanto que me ha despertado, hombre descuidado?- dijo la escalera. -He venido hasta aqui a llorar en memoria de mi pérdida, del la persona que me enseñó a vivir, a ser quien soy- contestó el varón. -¿Así que el viejo ha muerto? La longevidad es un don que no todo el mundo recibe. Por desgracia, amenacé con quitarle la vida a aquel chiquillo que una vez hubo de perturbar mi sueño, y sé que tu eres aquel niño.
La habitación se llenó de frio, el hombre se levantó y trató de correr, pero solo alcanzó a bajar un pié del escalón para cuando cayó al suelo. Lo último que sintió, fué una pequeña astilla penetrando su corazón, tan delgada y ligera que apenas e hizo una marca en su piel.
a veces si me das miedo, como cuando yo decía sobre la loca del barrio. tengo un nuevo blog.
ResponderEliminararmando el loco del barrio que sale a la esquina con sus lentecillos a ver morbosamente a toda la gente, aii miedo.
ResponderEliminarte quiero hermano.